sábado, 10 de diciembre de 2011

Buceando hacia el naufragio - Adrienne Rich

Después de haber leído el libro de los mitos,
y puesto un rollo en la cámara,
y probado el filo del cuchillo,
me pongo la armadura de látex negro
las absurdas aletas
la máscara grave y molesta.
Tengo que hacer esto
no como Cocteau con su
equipo asiduo
a bordo de la goleta inundada de sol
sino aquí sola.

Hay una escalera.
La escalera está siempre allí
colgando inocentemente cerca
al costado de la goleta.
Sabemos para qué sirve,
nosotros que la hemos usado.
Si no,
no es más que otra pieza de soga marina,
una herramienta entre otras.

Desciendo.
Peldaño a peldaño y todavía
el oxígeno me sumerge
la luz azul
los claros átomos
de nuestro aire humano.
Desciendo.
Las aletas me entorpecen,
repto como un insecto escalera abajo
y no hay nadie
que me diga cuándo va a empezar
el océano.

Primero el aire es azul y después
más azul y después verde y después
negro estoy por desmayarme y sin embargo
mi máscara es fuerte
bombea mi sangre con fuerza
Y ahora: es fácil olvidar
para qué vine
entre tantos que han vivido
siempre aquí
agitando sus abanicos festoneados
entre los arrecifes
y además
aquí abajo se respira diferente.

Vine a explorar el naufragio.
Las palabras son propósitos.
Las palabras son mapas.
Vine a ver el daño que se hizo
y los tesoros que todavía quedan.

Acaricio el rayo de luz de mi linterna
despacio a lo largo del flanco
de algo más permanente
que un pez o un alga

aquello por lo que vine:
el naufragio, no la historia del naufragio
la cosa misma, no el mito
el rostro ahogado siempre con la vista fija
en el sol
la evidencia del daño
gastada por la sal y el vaivén hasta adquirir esta belleza transparente

las costillas del desastre
que tuercen sus aseveraciones
entre los merodeadores tentativos.

Este es el lugar,
Y yo estoy aquí, la sirena cuyo oscuro cabello
ondea negro, el sireno en su armadura
Damos vuelta en silencio
alrededor del naufragio
buceamos hacia la bodega.

Yo soy ella: yo soy él
cuyo rostro ahogado duerme con los ojos abiertos
cuyos pechos todavía aguantan el peso
cuyo cargamento de plata, cobre, bermellón yace
oscuramente dentro de barriles
medio trabados y abandonados a la podredumbre

somos los instrumentos medio destruidos
que una vez indicaron el rumbo
el cuaderno de bitácora corroído por el agua
el compás atascado

Somos, soy, sos
por cobardía o por coraje
el que encuentro nuestro camino
de regreso a esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el que
nuestros nombres no figuran.



Traducción: Fabían O. Iriarte.-