sábado, 31 de marzo de 2012

No estás - Juan L. Ortiz

No estás debajo de la mesa,
no estás en la terraza,
no estás en la cocina,
no andas debajo de los árboles...
Pero veo tu sombra, mi amigo,
tu fina sombra mirándome.
Ah, mirándome,
con esa mirada tuya, melancólica
pero dulcemente feliz
de sentir en tu ser
la onda de la mía...

Los dos, unos momentos,
nos mirábamos antes
hasta que me turbaba
la sensitiva luz
de yo no sé qué llanto
de plenitud
que aparecía en tus ojos,
ganaba tu actitud
alargada
y te hacía un pálido
misterioso fondo...

Y así eras un alma
antigua
en su mismo éxtasis fiel
hasta el nivel de otra alma...
Y a su vez esta alma
se bañaba
en tu gracia lejana
como en los puros signos
del espíritu
ya iluminándose...

NO ESTÁS...
No estás debajo de la mesa
para envolverme en el hálito
de tu armonía dormida:
el sueño del impulso
mismo
en sus líneas aladas
hacia prados invisibles
pero que llenaban
de no sé qué brisa verde
la pieza...
y las hierbas se despertaban
y la mañana era de pies ligeros
y la tristeza era de pies ligeros...

Temblaba tu calor,
y la soledad de dos
tenía un sobresalto
de fuego suave...
no más el frío inexplicable
no más la sombra inexplicable,
no más el abismo inexplicable...

No estás debajo de la mesa, mi amigo...

NO ESTÁS...
No estás en el sol tibio
conmigo...
Chispas del azul étereo
encendían dulcemente, y las fundían en él,
las ideas fáciles del aire, de las hojas, de los trinos,
en que mi pensamiento flotaba...

Me mirabas, medio fascinado,
los ojos vencidos por igual
delicia radiosa,
y éramos una sola alma agradecida
a un mismo dios transparente:
criaturas gemelas de este dios,
humildes llamas de este dios...

No estás en el sol tibio conmigo, mi amigo...

Y AY!...
Y ay, no bajas la escalera
como en los últimos tiempos,
con tus ziszás deslizados...

A veces, ay, caías contra mi propio corazón...

No bajas la escalera,
y sin embargo,
yo ya sentía entonces que bajabas
hacia las pálidas raíces
y que mis brazos eran débiles
contra tu descenso rápido, rápido,
en su indecisa lentitud.

No podía detener tus días
en los ámbitos de tu adoración, familiares
a la presencia amada y a su aura,
con su fluido secreto, y las líneas
visibles e invisibles que debían repetirla...

Oh, si después de la ceniza
el cariño por ahí esperara...
¿Qué oídos para oír tu aullido solo
más allá de la luz y de la sombra?
Y yo llegara al fin a encontrarte en algún cielo del amor,
tú ya rápido hacia mí por el imposible otro perfume, llorando,
y jugáramos los dos, luego, por las infinitas hondonadas,
sobre el rocío eterno de las gramillas eternas...

Si nos halláramos, después, mi amigo, en algún círculo fiel,
fluidos sólo quizás de una adhesión perdida
que no se habría cansado, allá, de preguntar a los aires...

domingo, 18 de marzo de 2012

Que desaparezca - Ingeborg Bachmann



Que desaparezca,
me dicen, hacia allá,
y empujada, no desaparezco
aún, aún quiero
volar una vez a
la terraza,

No me he callado
porque callar estuviera bien fuera hermoso,
no me quedaba nada por decir

Tenía la medida, me callé
porque no me quedaba nada por decir.
La medida es una justa pro-
porción, una libra pesa allí una
libra, una cuantía es allí una
cuantía, yo fui yo, no me
temo apenas, o sea, ya no
fui yo, ningún alimento
más para el Yo y vuestra
sociedad insaciable, mi
tiempo.

Yo lo tenía todo, y todo lo he
perdido, primero la medida,
me rebasé a mí misma
y lo rebasé todo,
yo no sabía que una persona
pudiera demostrar este dolor con
su sueño, que pudiera morir de
tal forma, que los cielos
se precipitaran y que se desviara
un cielo al universo,
mi corazón inmortal.

No sabía que
le llegara cada asesinato
al alma y que
los enfermos con su
gimoteo cansado y aislado
fueran sus compañeros
día y noche,
que uno se adentrara así
en el vórtice
y que los valles de lágrimas
fueran su único
paisaje.
No sabía que no
se pudiera ver nada más
ni escuchar,
todo perdido,
además,
con un salto por
la ventana, una
señal en el cuello, un
cuerpo crucificado
y demasiado pocas absoluciones son
para él demasiado pocas
y ruego y lloro,
lo veis, pero no
poseo la gran música
que se lleva al sueño, a la muerte
al que no encuentra
el mutis.
Transfiguración -para nosotros no,
para los demás, las
figuras son más puras,

Donde no puedo esta.
Porque estoy en
este papel, y en la
palabra que doy,
porque el papel revolotea,
entonces tampoco puedo reposar,
y revoloteo en pedazos
por el camino, hacia allí, allí
envuelve uno su cuchillo
sangriente en él para que nadie
lo vea.



Verschwinden soll ich,
sagt man mir, dahin,
und gestossen, verschwind ich
noch nicht, ich will noch
einmal zufliegen auf
die Terrasse,

Ich habe nicht geschwiegen,
weil Schweigen gut ist schön ist,
ich hatte nichts mehr zu sagen

Ich hatte das Mass, ich schwieg
weil ich nichts mehr zu sagen hatte.
Das Mass, das is ein rechtes Ver-
hältnis, ein Pfund wiegt weg dot ein
Pfund, eine Menge ist dot eine
Menge, ich war ich, ich fürchte
mich kaum, ich war also
nicht mehr ich, keine Nahrung
mehr für das Ich und Eure
unersättliche Gesellschaft, meine
Zeit.

Ich hatte alles, und habe alles
verloren, zuerst das Mass,
ich ging über mich hinaus
und hinaus über alles,
Ich wusste nicht, dass ein Mensch
diesen Schmerz beweisen kann mit
seinem Traum, dass er so sterben
kann, dass die Himmel ins
Stürzen kommen, und ein Himmel
ins All abgelenkt wird,
mein unsterbliches Herz.

Ich wussete nicht, dass
ihm jeder Mord unter
die Haut geht und
bei Tag und Nacht die
Kranken, mit ihrem
erschöpften einsamen
Gewimmer seine Genossen
sind, dass man so in
den Wirbel rückt
und die Jammertäler
seine einzige Landschaft
sind.
Ich wusste nicht, dass man
nichts mehr sehen kann
und hören,
alles verloren,
darüber hinaus,
mit einem Sprung aus
dem Fenster, einem
Mal am Hals, einem
gekruzigten Körper
und Zuwenig Freisprüche sind,
für ihn zuwenig
und bettle und wein,
seht ihr's, aber ich hab
nicht die grosse Musik
die abführt einen der den Abgang
nicht findet, in den Schlaf,
in den Tod.
Verklärung -für uns nicht,
für die anderen, die
Figuren, die sind reiner,

Wo ich nicht sein kann
Nämlich ich bin auf
diesem Papier, und in
dem Wort, das ich gebe.
denn das Papier, das flattert,
da kann ich auch nicht ruhen,
und ich flattere auf Fetzen
den Weg daher, dahin, da
wickelt einer sein blutiges
Messer hinein, damit's niemand
sieht.