sábado, 2 de junio de 2012

Fragm. Fantasmas - Chuck Palahniuk

EROSIÓN
Un poema sobre el señor Whittier

«Los mismos errores que cometíamos en las cavernas –dice el señor Whittier–, los seguimos cometiendo.»
Así que tal vez se supone que debemos luchar entre nosotros y odiarnos y torturarnos...

El señor Whittier avanza con su silla de ruedas hasta el borde del escenario,
con manchas de la edad en las manos y con su calva.
Los pliegues de su cara flácida parecen colgar
de sus ojos demasiado grandes, sus ojos vidriosos y de color gris acuoso. El piercing en su aleta nasal, los auriculares
de su reproductor de compactos cuelgan en torno a las arrugas y pliegues de su cuello parecido a tasajo de res.

En el escenario, en vez de un foco, un fragmento de película en blanco y negro:
la cabeza del señor Whittier cubierta de ejércitos marchando en las noticias como papel de pared.
Su boca y ojos perdidos entre las botas sombrías y las bayonetas que le recorren las mejillas.

Dice: «Tal vez el sufrimiento y la tristeza sean el sentido de la vida».
Pensad que la vida es una planta procesadora, una fábrica.
Imaginad un tambor giratorio para pulir piedras:
un tambor lleno de agua y de arena.
Pensad que vuestra alma es echada dentro como una fea roca,
un material en bruto o un recurso natural, como petróleo crudo, o mena mineral.
Y todos los conflictos y el dolor son los abrasivos que nos frotan,
que pulen nuestras almas y nos refinan,
que nos enseñan y nos completan durante una vida tras otra.

Y pensad que habéis elegido saltar dentro, una y otra vez,
sabiendo que ese sufrimiento es la verdadera razón de que hayáis venido a la tierra.
El señor Whittier, con los dientes apelotonados en su mandíbula estrecha,
con sus cejas como plantas rodadoras muertas, con sus orejas de murciélago extendidas
y con las sombras de ejércitos desfilándole encima,
Dice:
«La única alternativa es que todos seamos eternamente estúpidos».

Libramos guerras. Luchamos por la paz. Combatimos el hambre. Nos encanta luchar.
Luchamos y luchamos y luchamos, con armas o palabras o dinero.
Y el planeta nunca es una pizca mejor de lo que era antes de nosotros.

Inclinándose hacia delante, cogiendo los brazos de su silla de ruedas con unas manos como garras, mientras los ejércitos de las noticias desfilan sobre su cara, como tatuajes en movimiento de sus metralletas y tanques y artillería, el señor Whittier dice: «Tal vez estemos viviendo exactamente como se supone que hemos de vivir».
Tal vez nuestro planeta fábrica esté procesando nuestras almas... bien.