lunes, 14 de julio de 2014

Carta a Ofelia Quiroz - Fernando Pessoa



Ofelita:
Agradezco tu carta, me trajo pena y alivio a la vez. Pena, porque estas cosas siempre provocan pena; alivio, porque, en verdad, la única solución es ésa: no prolongar más una situación que no tiene ya la justificación del amor, ni de tu lado ni del mío. Del mío, al menos, queda una estima profunda, una amistad inalterable. ¿No me negarás la tuya, verdad, Ofelita? Ni tú ni yo tenemos culpa en todo esto. Solamente el Destino tendría culpa si el Destino fuese alguien a quien atribuirle culpas.

No sé si quieres que te devuelva algo, cartas u otras cosas. Yo preferiría no devolverte nada y conservar tus cartitas como memoria viva de un pasado muerto, como todos los pasados; como algo que fue conmovedor en una vida como la mía en la que el progreso de los años va a la par del progreso en la infelicidad y la desilusión.

Te pido que no procedas como la gente vulgar, que es siempre despreciable; que no me vuelvas la cara cuando nos crucemos ni guardes de mí un recuerdo teñido por el rencor. Preservémonos uno en el otro como dos conocidos de infancia que se amaron un poco cuando niños y aun cuando, en la vida adulta, hayan conocido otros afectos y seguido otros caminos, conservan siempre, en un rinconcito del alma, la memoria profunda de su amor antiguo e inútil.
Esto de "otros afectos" y de "otros caminos" vale para ti, Ofelita, no para mí. Mi destino pertenece a otra Ley, cuya existencia ni siquiera sospechas, y que está subordinado cada vez más a la obediencia a Maestros que nada permiten ni perdonan.

No es necesario que comprendas esto. Basta con que me guardes con cariño en tu recuerdo, como yo, inalterablemente, te guardaré en el mío

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