sábado, 9 de agosto de 2014

Poema en línea recta - Fernando Pessoa


Nunca conocí a alguien que se hubiera dado un porrazo.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.

Y yo, tantas veces grosero, tantas veces cerdo, tantas veces vil,
yo tantas veces incontestablemente parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para darme un baño,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he pisoteado públicamente las alfombras de la etiqueta,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido insultos y callado,
que cuando no he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que he resultado cómico a las criadas de hotel,
yo, que he sentido los guiños de los mozos de carga,
yo, que he hecho vergüenzas financieras, pedido prestado sin pagar,
yo, que, cuando la hora del golpe sonó, me agaché
esquivando la posibilidad del golpe;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
yo verifico que no tengo igual en todo esto en este mundo.

Toda la gente que yo conozco y que habla conmigo
nunca tuvo un acto ridículo, nunca sufrió un insulto,
nunca fueron sino príncipe —todos ellos príncipes— en la vida...

¡Quién me concediera oír de alguien la voz humana
confesando no un pecado, sino una infamia;
contando, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que una vez fue vil?,
Oh príncipes, hermanos míos,

¡Arre, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente de este mundo?

¿Entonces sólo soy yo el que es vil y equivocado en esta tierra?

Podrán las mujeres no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados —¡pero, ridículos nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo hablar con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

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